(Buenos Aires)
En oportunidad de realizarse una muestra del pintor colombiano Fernando Botero hace unos años en el Museo Nacional de Bellas Artes, asistí a la presentación para la prensa. La nota está publicada en el soporte inicial de la revista.
Dado que Fernando Botero cumple 90 años se reproduce en este blog dedicado a las muestras y el arte:
(Buenos Aires)
Araceli Otamendi
Se puede ver en el Museo Nacional de Bellas
Artes una muestra de Fernando Botero. Esta muestra constituida por 50
cuadros expresa la angustia, el dolor y la sinrazón de las tragedias de
Colombia. Los cuadros fueron donados por el artista al Museo Nacional de
Colombia. Según una nota de la revista semanal del diario El País de España, el
artista había confesado que no le había resultado fácil asumir esos temas.
"El mismo hecho de proponerme como artista, encontrar la imagen
simbólica que refleje el gran drama de Colombia significa un estado mental que
no es grato sino doloroso". También, Botero había reconocido
que el arte no tiene poder de cambiar nada, y recuerda el Guernica de Picasso.
Entonces reflexiona: "Si el arte tuviera poder, Franco se habría
caído con esta obra, la más importante del siglo".
Fernando Botero sigue reflexionando en esa
nota acerca del arte y afirma que desde el punto de vista político el arte es
inofensivo, su poder está en la historia, en poder volverse símbolo de un
momento.
Otros intelectuales y artistas han
reflexionado sobre este mismo tema. Tal es el caso del escritor portugués
Antonio Lobo Antunes cuando viajó a Buenos Aires, desde Colombia para presentar
su libro "Buenas tardes a las cosas de aquí abajo".
"Fue muy duro” dijo respecto a su
estadía en Colombia, refiriéndose a la pobreza, la violencia, la agresividad de
la gente. En Colombia las clases altas miran desde arriba al pueblo, dijo el
escritor." Situación que podría hacerse extensiva a varios países de
Latinoamérica, se podría agregar.
Según palabras de Alberto Bellucci, director del Museo Nacional de Bellas Artes:
"El Museo Nacional de Bellas
Artes, que hace doce años albergó una gran muestra de pinturas y esculturas de
Fernando Botero, presenta ahora medio centenar de sus dibujos y pinturas
inspirados en el tema de la violencia en Colombia, realizados entre 1999 y
2004. Estas obras provienen en su totalidad del Museo Nacional de Colombia, y
conforman la donación que el artista efectuó hace dos años al Museo mayor de su
patria, sumadas así al largo centenar de obras de Botero que ese Museo ya
poseía y que lo han ubicado como en el mayor referente para poder apreciar la
fértil trayectoria del artista.
No hay mejor y más incisivo testimonio de la criminal inutilidad de la violencia que el que van dejando las imágenes de los artistas visuales a lo largo de la historia. Así, las visiones de Bruegel sobre las guerras de Flandes, los pavorosos grabados de Goya sobre los desastres de las guerras napoleónicas, los de los expresionistas alemanes sobre las dos contiendas del siglo XX y –cómo no- el insoslayable alegato del "Guernica", son pruebas evidentes de la intensidad de esos testimonios, que nos gritan a través de los siglos y los países el mismo y repetido mensaje del "¡nunca más!". Hoy en día, en que contamos con el registro inmediato e inapelable de la fotografía documental, los artistas visuales, sin embargo, siguen entregando sus propias versiones y sus personales obsesiones sobre ese flagelo que continua azotando y vistiendo de rasgos apocalípticos nuestra realidad contemporánea.
Dos continuidades, pues; la de la violencia que nos agravia y nos agobia, y la del arte que la testimonia. Botero, por su parte, no pretende exacerbar el horror; por el contrario, su objetivo es atenuar la agresión de la cruda imagen testimonial derivándola hacia una descripción figurativa afín a su ideología y a su estilo –"yo estaba en contra de ese arte que se convierte en testigo de su tiempo como arma de combate", ha dicho-. Y lo hace con una ejecución mucho más basta y urgida que lo habitual, sobre todo en los óleos, a través de la cual parece decirnos que, frente a la escalada de violencia que padece desde hace décadas su noble país natal, no le es posible esperar más para entregar la correspondiente denuncia de su parte. Denuncia que, sin embargo, nunca deja de ser intransferiblemente ´boteriana´, en tanto se presenta construida con la constante seducción de su ingenuidad popular, los contrastes de escala y sus típicos personajes hinchados -`ese mundo amable que yo pinto siempre´-, aunque en este caso aparezcan cargados de puñales y heridas, balas y ataúdes, ametralladoras y lágrimas. A primera vista, es cierto, extraña la pareja inexpresividad en torturadores y torturados, un poco a la manera de tantos sansebastianes renacentistas, impávidos y extasiados a pesar de los flechazos. Pero es a través de la perduración de la máscara inocente de esos personajes asombrados, hasta hace un momento alegres y despreocupados, y que ahora aparecen como muñecos rotos, violados, despedazados, como Botero prefiere transmitirnos la tragedia de lo injustificable. Como si un niño de ojos grandes lo retratara a los adultos que no saben ver, como si se tratara de inexorables juegos bélicos con íconos cibernéticos manejados por irresponsables o –más exactamente- como si nos lo volviera a contar Anna Frank, inocentemente, desde su ático de Amsterdam; cuentos terribles que se desgranan ante nosotros con pasmosa naturalidad. Frente a esta nueva serie de Botero podríamos hablar de integración original entre una ´nueva objetividad´ posmoderna y el difuso `realismo mágico´ que sobrevuela la adjetivación habitual de su poética, tan afín a las atmósferas narrativas de su compatriota García Márquez. Algo así como haber logrado tejer secuencias de un tema muy duro enhebrando conjuntamente los hilos de la crónica con los de la ilusión.
"Agradezco muy especialmente
a la Ministra de Cultura de Colombia, Sra. Elvira Cuervo de Jaramillo, al Museo
Nacional de Colombia y a su directora, Sra. María Victoria de Robayo, a la
Embajada de Colombia en Argentina, a SAM Productions, a DAEFA y a la Asociación
Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes el haber hecho posible la
presentación de esta serie en nuestro museo."
Alberto G.
Bellucci
Director
MNBA
La muestra podrá visitarse hasta
el 13 de agosto en los siguientes
horarios:
Lunes a miércoles de 12.30 a
19.30
Jueves y viernes de 12.30 a
21.00
Sábado de 9.30 a
21.00
Domingo de 9.30 a
19.30
Se cobra entrada, jubilados y menores de 12
años exentos.
Martes gratuito
(c) Araceli
Otamendi
imágenes:
Mujer llorando, 1999, óleo sobre tela, 29 x
36 cm
Desplazados, 2004, acuarela, 40 x 31 cm
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