*nota publicada en la revista Archivos del sur en el año 2004
(Buenos Aires) Araceli Otamendi
Para Anthony Julius, erudito, licenciado en Arte en Literatura y Filosofía en Cambridge, jurista célebre conocido por haber representado a Diana de Gales en su divorcio con el príncipe Carlos, el arte transgresor tiene los días contados. Eso dice en una entrevista publicada en la revista española “Descubrir el arte” y también en el mismo reportaje se refiere a los artistas transgresores que tratan de recrear el Holocausto. “Es imposible recrear el Holocausto porque jamás podrá acercarse siquiera al horror” dice. Julius, quien es autor del libro “Transgresiones, el arte como provocación” publicado por la editorial Destino, asegura que el arte transgresor ya no responde a nuestras demandas. Lo que le pedimos al arte es que eleve nuestro espíritu, que nos proporcione objetos cuya contemplación nos agrade, nos estimule, nos interese, nos intrigue.
Hace pocos días la artista plástica argentina Nicola Costantino presentó una muestra – actualmente expuesta en la galería Ruth Benzacar – de un jabón hecho con grasa extraída de su cuerpo, producto de una lipoaspiración. Mezclada con otras sustancias, el jabón se vende y es presentado junto con un film donde la misma artista, cubierta con una malla transparente se sumerge en una piscina y una voz en recita unos versos inspirados en “Le savon” de Francis Ponge. Lo cierto es que la muestra provoca rechazos.. En el diario Página 12 se publicó una nota donde el acádemico de Bellas Artes José Burucúa dice entre otras cosas:
....”el kitsch proyectado sobre la muerte engendra conglomerados significantes y emocionales que, gracias a los estudios de Saul Friedlander (Reflections of Nazism. An essay on Kitsch and Death, Bloomington e Indianapolis, Indiana University Press, 1993), hoy descubrimos íntimamente asociados a las prácticas culturales nazis. De manera que el mecanismo estético por el cual nuestra artista suponía, si es que esta suposición existe, desnudar el horror nazi, no hace más que reproducir y legitimar un carácter de esa misma cultura (aquella paradoja de una combinación imposible entre la muerte y el kitsch, emblema sublimado de una vida imposible y tonta sin asomo de tragedia). Mas, hay un agravante respecto de expresiones del Holokitsch como La vida es bella (Benigni) y hasta La caída de los dioses (Luchino Visconti), en las que la belleza escénica induce el giro kitsch sobre la muerte tout court. La proyección kitsch de Costantino se ha ejercido sobre el acto y el efecto de la producción industrializada del asesinato en masa...”.
Consultada por esta revista sobre el tema, la pintora argentina Josefina Robirosa, quien fue Directora del Fondo Nacional de las Artes y actualmente es miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes, dijo:
“Conozco a Nicola, me hace mucha gracia. Considero que cada uno hace lo que su historia lo lleva a hacer. Ahora ocurre que los curadores lo ensalzan todo, casi no critican. Cuando yo era chica no había curadores y actualmente hay un gran ejército de curadores que decide lo que se va a exponer.
Y no estar de acuerdo con todo sería la base de mi resistencia.
La muestra del jabón hecho con grasa del cuerpo de Nicola Costantino me resulta absolutamente desagradable. No le cuestiono a Nicola su derecho a hacer una obra así.
Si se observa el mundo, las formas de la naturaleza, los animales, la belleza de los pájaros, de las palomas con sus plumas, por ejemplo, se ven tantas cosas lindas que un artista puede transmitir para dar alegría, para que el alma se alegre. ¿Para qué hacer una cosa así?”
También fue consultada Clara Fontana, profesora de filosofía:
“Me parece de una terrible truculencia. Recordemos que no hace mucho, los nazis hicieron jabones con la grasa de los judíos. A veces los artistas que no consiguen notoriedad, o la gloria que da el talento sin duda persiguen la gloria del marketing, imponer su nombre por cualquier medio. No me interesa discutir si esas esculturas hechas jabón o jabón hecho escultura tienen algún valor estético, la sola idea de que estén hechos con una parte del cuerpo de una persona, así sea ella misma, no justifica el procedimiento.
No es lo mismo el cuerpo humano cuando por ejemplo se presenta viviente a través de la danza que arrancar un pedazo y con ese fragmento muerto e inerte de ese cuerpo como las piedras intentar transformarlo en un objeto estético . No se trata de declararlo ilegal, yo no se lo prohibiría, a lo mejor lo hizo con humor, hace pensar más en la muerte que en la vida, pero lo que menos desea uno es que la sustancia de que está hecho el ser humano sea sustancia muerta. Ella puede apelar a la cirugía para mejorar su aspecto, como lo hace tanta gente, pero el narcisismo escabroso de querer imponerlas es una especie de audacia a bajo costo”.
Si no fuera porque buscaba el escándalo, ¿no podría haber hecho lo mismo con las habituales fórmulas de los jabones?, ¿por qué tenía que ser de su cuerpo,? Buscaba aparecer en los diarios y lo logró."
Por otra parte, el catedrático de Etica de la Universidad Autónoma de Madrid, Javier Sádaba, quien presentó en Buenos Aires en estos días su libro “Principios de bioética laica”, consultado por Archivos del Sur acerca de este tema dijo:
“Desde el punto de vista ético no tengo nada que decir. El jabón lo hacían los nazis también, pero se hacía eso en contra de alguien, sin respeto a la autonomía, utilizándolo como un objeto. Lo que uno puede hacer con su cuerpo creo que en ese sentido hay que dejar la máxima libertad. Podrá gustar más o menos, eso es cuestión de puro gusto y nada más. Incluso si hubiera una especie de tortura que se inflingiera ella misma yo tampoco entraría en eso, porque la moral es algo que tiene que ver con lo que son las relaciones humanas. Lo importante son los deberes, si alguien quisiera suicidarse yo le aconsejaría que no lo haga. Es cosa suya. Si lo que hace tuviera efectos colaterales o a terceros o pudiera convertirse en modelo de comercialización, es otra cosa”.
El neonazismo en Europa
Según un artículo del escritor boliviano exiliado en Suecia Víctor Montoya, el neonazismo está vigente en Europa.
“Los neonazis, que en su mayoría crecieron junto al crimen y la droga, son elementos de escasa formación intelectual y sienten un odio visceral contra el extranjero. Son fanáticos y están dispuestos a imponer, por medio de la violencia, la “supremacía del hombre blanco”.
Asimismo, tanto por sus diatribas como por sus fechorías, es fácil de identificarlos: tienen la “cabeza rapada”, adornan sus ropas con cruces célticas y cruces de hierro (símbolos prusianos), usan botas de paracaidista con la puntera y los tacones reforzados con acero, cazadora negra de piloto, pantalón vaquero ajustado y en la hebilla del cinturón una calavera de bronce del tamaño de un puño, “por si haga falta para golpear al cabeza negra”.
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Publicado en la revista Archivos del Sur en 2004
© Araceli Otamendi
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